corte y confección: el vestido de novia

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¿Qué sería de una casa de alta costura sin el vestido de novia? El vestido de novia constituye el punto final y la culminación de todo desfile, y muy a menudo la fuente de ingresos más segura de una casa de alta costura. En corte y confección requiere gran especialización.

Un único matrimonio de gran categoría podía asegurar el trabajo de un taller durante una temporada entera, ya que normalmente, la madre, las damas de honor, los pajes y las damitas, las madrinas, las tías, las hermanas y las amigas de la novia optaban por vestirse en la misma casa donde la novia había encargado “el vestido más bonito de su vida”. Los años cincuenta presenciaron algunas de las bodas más brillantes de este siglo, y fueron los modistos de alta costura quienes hicieron de ellas un cuento de hadas. La fiebre de las bodas y la gran competencia por lucir el mejor vestido, estalló después de que la princesa heredera de Gran Bretaña, Isabel, hallara a su príncipe en Felipe de Montbatten, en 1947.

Para que una unión se convirtiera en una boda de ensueño y conmoviera al público incluso más que un final feliz en el cine, en ella debían confluir dinero y poder, nobleza y fama cinematográfica.

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En 1956, la estrella de Hollywood Grace Kelly se casó con el príncipe Rainiero de Mónaco y se convirtió en la princesa de un cuento de hadas. En ella se centraron los anhelos y esperanzas de una generación entera de mujeres.

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La boda de John F. Kennedy, futuro presidente de EE.UU, y Jaqueline Lee Boubier, Jackie, en septiembre de 1953, fue tan principesca como la unión de la futura reina Isabel II, con Felipe de Mountbatten en noviembre de 1947.

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La princesa heredera Isabel llevaba un traje de satén diseñado por el sastre de la corte Norman Hartnell.

Una de las bodas más famosas, fue la de Carlos de Inglaterra y Diana Spencer en 1981.

El desmesurado traje de la novia hizo correr ríos de tinta, tanto de admiradores (eran los ochenta) como de detractores.

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