La semana pasada hablábamos en el blog sobre los tejidos y la moda sostenible. Hoy queremos hablar del movimiento slow fashion más allá de una tendencia.
¿Qué significa el término slow fashion?
Cuando hablamos de slow fashion estamos hablando de moda sostenible en toda su amplitud. Se trata de un modo de entender y vivir la moda desde una visión consciente y responsable con el medio ambiente, los trabajadores y los consumidores. En el mercado de la moda el consumidor tiene un papel fundamental ya que con sus decisiones de compra afecta al modelo de producción de moda. Todos estamos inmersos en el ciclo de la moda, por lo que los consumidores también tenemos parte de responsabilidad. Es lo que se conoce según Ester Barrio (2013) como “responsabilidad social propia”.
Vestimos ropa con el total desconocimiento de la historia que hay detrás de su elaboración, y somos responsables del impacto que producen las prendas una vez son nuestras: lavado, secado, desecho y reciclaje. Como consumidores, buscamos el mejor producto en cuanto a relación calidad-precio, sin tener en cuenta las condiciones en que se fabricó, el agua que se consumió en su elaboración, o la cantidad de contaminación que produjo su transporte.
El consumo sostenible, uno de los objetivos de desarrollo sostenible (ODS), se conoce como «el uso de bienes y servicios que responden a las necesidades básicas y aportan una mejor calidad de vida, minimizando el uso de recursos naturales, materiales tóxicos y emisiones de residuos y contaminantes a lo largo del ciclo de vida, para no comprometer las necesidades de las generaciones futuras».
Como indican Soler, Ruano y Arroyo (2012): “El consumo responsable hace referencia a la toma de conciencia por parte del ciudadano de los efectos que tienen los actos de consumo”. Para conseguirlo, es necesario involucrar al consumidor a través de la sensibilización y la educación sobre los modos de vida sostenibles. El primer aspecto que debe cambiar en la mente de un consumidor consciente es pensar en la necesidad real de ese acto de compra, ya que conlleva unos costes, aunque se haya realizado de forma sostenible.
En el lado opuesto al consumo responsable, nos encontramos con el consumo de usar y tirar, que responde a las presiones de un consumo cada vez más rápido y barato, a la búsqueda de la novedad y a la reformulación de la identidad. El consumidor se vuelve cada vez más experto, buscando maximizar la rentabilidad de sus decisiones de compra, y sensible al componente moda, gracias a la gran cantidad de información que obtiene de Internet.
Con cada acto de consumo emitimos un voto de confianza: apoyamos económicamente una forma de fabricar, activamos una cadena productiva y de abastecimiento y beneficiamos a una empresa que, quizás no se lo merezca.
Debemos conseguir un consumo responsable, consciente y crítico, ya que con él, podemos apoyar cadenas de producción y abastecimiento éticas, respetuosas y de comercio justo, que promuevan modelos redistributivos. Nuestro consumo tiene mucho que ver con los problemas analizados anteriormente, pero también con sus posibles soluciones.
El mundo empresarial tiene un papel fundamental en el cambio, pero es el ciudadano, como consumidor final y decisor de los bienes que adquiere, el que determina el éxito del modelo. El consumidor se encuentra ante el dilema de sostenibilidad o precio, lo que se denomina “Green gap”. En muchos casos, se ve obligado a elegir entre un producto con características de sostenibilidad y otro que no contempla estos aspectos, que suele contar con un precio más competitivo.
En la actualidad, los millenials (aquellos nacidos entre 1981-1996, según Pew Research) constituyen una generación crítica y exigente, que da importancia a nuevos valores como la transparencia, la sostenibilidad y el compromiso social. Existe además una nueva tendencia en respuesta a la búsqueda de un consumo más consciente, ético y sostenible, que es el “consumo libre de culpa”. Ante el impulso consumista, el consumidor experimenta un sentimiento de culpa . Los hábitos de consumo están directamente influidos por las adquisiciones que realizan los “consumidores visibles”, como celebrities, figuras públicas o influencers, y que podrían ayudar a que la moda sostenible resultase atractiva para los consumidores.
Destaca la proliferación de bloggers de moda sostenible en los últimos años, como Sònia Flotats, con su blog So Good So Cute. Como vemos, los consumidores pueden desempeñar un papel fundamental en la transición hacia modelos de negocio más sostenibles.
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